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detalle. Espero que les guste.
Como
les decía, hoy vamos a tratar esa corriente llamada “Los contemporáneos”, una tendencia de contestación
al muralismo que va a venir de la mano de la revista “Los Contemporáneos”. Ésta surge en 1928 y se publica hasta 1931. Surge en México así una corriente
organizada, a la que la revista le da cohesión, que se enfrenta a esa
fuerte idealización política que encierra el muralismo.
Estos opositores al muralismo no son opositores que
quieren que desaparezca, sino que esta tendencia deje coexistir a otras
contemporáneas paralelas.
Son escritores y poetas que desde esta revista van a
criticar el ambiente cerrado del muralismo o de la política cultural oficial,
además de ese ambiente cerrado de marcada tendencia nacionalista que ahoga
cualquier propuesta alternativa.
Por otro lado, también están claramente criticando el
rechazo que no sólo a ellos hace el muralismo, sino a muchas de esas propuestas
de vanguardia, sobre todo a la abstracción. No sólo se defienden ellos, sino
también a otras tendencias.
Pintores como Manuel Rodríguez Lozano, Agustín Laso,
Julio Castellano, Carlos Mérida y Rufino Tamayo serán los más importantes de
esta corriente de los contemporáneos.
Se oponían fundamentalmente al discurso radical política
y a la necesidad de un realismo crítico en la pintura. Se puede hacer una
crítica, pero en lo constructivo, en ver que existe ese camino pero tomamos
otro que nos parezca más acertado.
Va a adoptar también unos aspectos estilísticos que
conectan con las vanguardias europeas y con una misión y una comprensión
diferente del mundo indígena. También son nacionalistas, pero dentro de ese
sentido universal trascendente con el que ellos expresan el nacionalismo.
El principal artista en el que nos vamos a centrar es Rufino Tamayo, que nace en el estado de
Oaxaca, la tierra de los indios zapotecas, del que es heredero (es mestizo
zapoteca). Esto explica su interés por el arte prehispánico. Nace a finales del siglo XIX.
Muy joven, en 1911, queda huérfano y tiene que
marcharse a México D.F. para vivir con sus tíos, a quien ayudaba en una
frutería. Esto es interesante porque las primeras obras de Rufino Tamayo van a
ser bodegones de frutas, lo que él conocía. La presencia de las frutas en su
obra será una constante hasta la fecha de su muerte.
No podemos decir que este sea antimuralista; tampoco
es promuralista o muralista ortodoxo. Es muralista porque realiza también
murales, pero no está dentro de la tendencia político-social-artística del
muralismo. Es claro defensor del lienzo y de la pintura de caballete, algo que
el muralismo rechazaba en teoría; por lo tanto, su muralismo es distinto.
No se limita solo a expresar reivindicaciones sociales
pertenecientes a una o distintas secuencias de la historia presente o pretérita
del pasado de México, sino que quiere expresar inquietudes universales,
conceptos que considera esenciales para todos los hombres, pero que él
personifica en lo mexicano.
No considera que el arte pueda ser la salvación del
pueblo de México ni cree que éste vaya a enseñar en cuanto a formarlo. Por lo
tanto, no piensa que el arte tenga una función didáctica. No piensa
que la pintura se pueda plantear como instrumento para enseñar o ideología,
sino que realmente hay que trascender.
“Mujeres
de Tehuantepec”, 1939
Una localidad que está en esa península, donde hay
mucha población indígena, donde había ido Rivera… un sitio donde los progres del momento iban a relajarse, un
sitio muy idílico… Frida Kahlo vestida como Tehuana, la bañista de Rivera…
todos hacen algo relacionado con este lugar. Temáticas de carácter popular e
indígena.
Pero Rufino Tamayo, a pesar de sus divergencias con el
movimiento muralista, también pinta murales. Quizás no podemos decir que
estrictamente lo sea, nunca fue antimuralista. Realizó murales en México, Estados Unidos,
Francia… y en ellos vemos esas inquietudes por exaltar mitos universales,
conceptos que considera esenciales para el hombre… y, por lo tanto, va a
utilizar lo que podríamos decir temas existenciales o cosmológicos.
“La naturaleza y el
artista. La obra de arte y el observador”, Biblioteca Smith College de
Northampton
Una narración no de carácter épico, nada que ver con
el de Orozco para otra biblioteca. Conjuga los distintos motivos sucesivos y
complementarios de la creación. El pintor con la modelo… y la inspiración. Lo
que provoca la inspiración es una figura esquemática, robusta… unas manos con
un chorro de agua, fuente de la inspiración que parte de las manos del artista.
Muy diferente a la utilización de Rivera. No es tan sumamente narrativo como
los muralistas, sino que es más sutil. Utiliza ese mismo recurso iconográfico
prehispánico. En la última secuencia aparece ya lo que sería la contemplación
de la creación. Por lo tanto, en esta obra podemos conectar con el cubismo,
quizás recuerde algo a Picasso, aunque tiene una personalidad que lo hace
diferir. Una obra que se nota que conoce las vanguardias y las ha asimilado de
una forma muy particular. Utiliza un tema que le preocupa, que le afecta
personalmente, no ideas sociales o políticas, sino su momento de creación y de
inspiración y cómo lo contempla.
“El nacimiento
de nuestra nacionalidad”, 1952
Representa la conquista y el nacimiento de una nueva
identidad nacional. Pero nos lo tienen que contar, pues el discurso es muy
lejano al narrativo ortodoxo. Hay un conjunto de esos símbolos con una
intención sugerente para tratar lo que es el tema de la fusión del mexicano
actual, una fusión de culturas, el mexicano es el resultado de un mestizaje.
Esto lo hace a través de la representación de dos secciones en horizontal, una
superior y otra inferior. El conquistador montado en una especie de caballo,
asemejado a lo que puede ser un arma destructiva, la conquista como
destrucción, pero de forma sutil, una estilización bastante importante. Hay
muchos claroscuros. Y ese sentido también de lo que es el eclipse, que parece
que hubo cuando Colón conquista América, un hecho constatado. Se presenta a los
conquistadores como una fuerza destructiva. Pero también aparece una columna
que parece dórica y que nos está hablando de la importancia de la cultura
occidental en el nuevo mundo o esa nueva nacionalidad mexicana. Pero esa
columna se apoya en lo que sería la destrucción de una serie de arquitecturas
prehispánicas, una pirámide (aunque es más egipcia que prehispánica…). Aparece
en la sección inferior como la cabeza de una serpiente, símbolo de Quetzalcóatl
y de la cosmología prehispánica. Una especie de mujer mitad blanca y mitad
morena, el mestizaje como consecuencia de la conquista. Considera que la
conquista tiene sus puntos débiles que hay que criticar, pero no se puede
renunciar a ella porque son parte de su esencia, del mexicano. Rivera,
Siqueiros… habría planteado esta temática de una forma totalmente diferente.
“Prometeo”,
1959
Benefactor de la humanidad, que le roba el fuego a los
dioses para entregárselo a los hombres. Una gigantesca hoguera. Los Prometeos
de Orozco tenían una corporeidad, una anatomía… cuando el Prometeo de aquí es
más estilizado, más sintético. Está insistiendo, y sobre todo a partir de esta
fecha, en el interés por el color. Lo que hay es una combustión de rojos
intensos que va a ir ensayando progresivamente y utilizando en algunas obras.
Tonos verdes, rojos, rosas…
“Prometeo
trayendo el fuego a los hombres”, 1958
Todo ya es rojo. La importancia de investigar sobre el
color y las tonalidades.
Mural de la Secretaría de las Relaciones Exteriores,
México DF:
“La lucha
del día y la noche”
El
enfrentamiento de dos animales simbólicos para las culturas prehispánicas: la
serpiente emplumada y el jaguar. Esa dualidad claramente, ese antagonismo que
está muy presente en la cosmovisión prehispánica en general.
“El
mexicano y su mundo”
Detalle de este mural, inspirado también en la
tradición prehispánica. Nos muestra a ese mexicano que abre sus brazos hacia su
pasado, que está queriendo incorporarlo. Por lo tanto, todo ese mexicanismo que
muestra Tamayo en sus murales es de esencia, no de anécdota como podía ser el
de los muralistas ortodoxos.
“El
hombre ante el infinito”, 1950
Cada vez nos muestra a un hombre más esquemático, que
se enfrenta con los mitos universales. Esta obra es la que marca ese sentido.
El hombre poco a poco se convierte en una figura desmembrada, enfrentada con
los misterios cósmicos universales, que se convierte en un ser vulnerable al
que le asedia la desesperación. Algo que estará mostrando en su obra
constantemente.
Hemos visto un Tamayo que combina bodegones como esas figuras
embrionarias, por lo que podemos decir que tiene dos etapas hasta 1950, y
después de 1950; pero éstas no son de ruptura total, no hay cambios profundos,
ya que la preocupación por el color es la misma, incluso hay cierta continuidad
en esas dos etapas, en cuanto a sus preocupaciones artísticas/plásticas, y
sobre todo el conectar con las propuestas formales de las vanguardias europeas
de la primera mitad del siglo XX.
Manme Romero.
Fuentes consultadas:
- AA.VV.: “Pintado en México”
- AZUELA, Alicia: “Diego Rivera en Detroit”
- GUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo: “Arte latinoamericano del siglo XX”
- KETTENMANN, Ad.: “Diego Rivera”
- LUCIE-SMITH, Ed.: “Movimientos artísticos desde 1945”
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