¡Hola a todos y todas!
Inauguro el blog con una
obra perfecta y cuanto menos interesante: La Virgen del Canciller Rolin, de Jan
Van Eyck.
Desde
1380 aproximadamente, y a causa de la Guerra de los Cien Años, París deja de
ser la capital artística que había sido hasta aquel momento. Es a mediados del
siglo XV cuando Italia y Flandes pasan a ser los focos pictóricos más
importantes. Si nos centramos en Flandes, diremos que en esta región se
encuentra el denominado Ducado de Borgoña, cuyos gobernantes fueron mecenas del
arte gótico. Y es también en los Países Bajos donde se encuentra Jan Van Eyck,
autor de esta obra que nos ocupa.
En
primer lugar diremos que esta obra fue encargada a Jan Van Eyck por el
canciller Nicolás Rolin hacia el año 1434-5, poco después de que el pintor
realizara el conocido “Matrimonio Arnolfini”.
Algunos
afirman que esta obra se conoce con dos nombres: el ya mencionado, y “La Virgen
de Autun”, pues esta obra estaba destinada a colocarse en la capilla de la
Catedral de esta ciudad.
En
esta pintura que nos ocupa le vemos a él representado frente a la Virgen, pero,
la pregunta es, ¿cómo se le representa? Vemos a un hombre arrodillado en un
reclinatorio, quizás con una apariencia de no más de 60 años, con mirada fija y
penetrante, y aunque su actitud nos insinúe que está rezando, su mirada nos
dice lo contrario, rozando lo desafiante.
Rolin
aquí es el donante, pues ha costeado la obra y aparece junto a un personaje
sagrado en actitud de oración. Este término alude a las personas que en las
obras se colocaron en “inmediata vecindad” con aquellos seres sagrados, a modo
de anticipación de la vecindad que esperaban obtener en el cielo. Pero, ¿cómo
puede ser igual la representación de un ser sagrado a la de un hombre
cualquiera? Normalmente se representa a los donantes de las obras en una escala
reducida respecto de las divinidades, en una actitud humilde, nunca de igual a
igual como podemos ver aquí. Esto podría mostrarnos algo sobre el carácter del
personaje, quizás un poco de arrogancia a la hora de mostrarse a la misma
altura que la Virgen, y ni siquiera en actitud de contemplación de ésta, sino
más bien con un aire desafiante.
Realmente
si es cierto que hay un espacio entre ambos en la composición, pero hay una
igualdad entre el que supuestamente está rogando y la divinidad que escucha las
plegarias.
Según
Erwin Panofsky: “Puede que el canciller se presente en las mismas condiciones
que la Virgen porque se trate de una especie de representación de la Jerusalén
Celestial, donde el canciller haya sido admitido en la gloria”, pero
ciertamente esto no se trata de un retrato funerario, pues fue un encargo
realizado en vida. Considerando esto, la forma en la que se representa el
canciller sería insolente e inapropiada.
En
cuanto a la vestimenta de Nicolás Rolin, lo vemos ataviado de una forma rica,
con pieles y con una tela que bien podría ser terciopelo; esto podría reflejar
la posición del canciller y su posibilidad económica.
En
el otro lado de la composición encontramos a la Virgen, sentada (no
entronizada) en un sitial de madera decorado con formas geométricas, sobre el
cual se dispone un cojín también ricamente ornamentado con lo que parecen ser
motivos dorados. La Virgen luce un manto de color rojo, un color común en las
Vírgenes representadas en Dresde y Frankfurt. Este manto también está ricamente
adornado con pedrería y lo que parece ser la técnica de la filigrana; además,
Joaquín Yarza añade: “en los bordes del manto de María se puede leer: “soy
exaltada así como cedro en el Líbano” [Eclesiástico: XXIV, 17]”.
Dejando
a un lado la vestimenta, María aparece representada como trono de Dios,
llevando al Niño en su regazo e incluso sosteniéndolo con las manos. Pero a
diferencia de Rolin, la Virgen no mira al frente, sino hacia abajo, lo cual
podríamos considerar una actitud de sumisión, recordándonos a aquellas
representaciones de la Anunciación. Justo detrás de María tenemos a un ángel de
reducidas dimensiones que porta una rica corona dorada y enjoyada con lo que
parecen ser piedras preciosas; el ángel se dispone a coronar a María.
Por
último aludiremos al Niño, sentado en el regazo de su Madre, mirando al frente
y levantando su mano derecha en señal de bendición hacia el canciller. Es un
Niño corpulento, de cabellos dorados, que porta en su mano izquierda una obra
de orfebrería que parece ser un globo terráqueo con una cruz; quizás sea el
símbolo del cristianismo que acoge a toda la humanidad.
Como
conclusión, diremos que los personajes aparecen colocados según su condición,
ya que a la izquierda de la composición tenemos al canciller, la única
personalidad terrenal, mientras que a la derecha del cuadro tenemos a María, al
Niño, y al ángel, y los tres formarían el conjunto de figuras sagradas.
Además
de esto podemos destacar sus ropajes, telas de calidad, pesadas, típicas de
Flandes, que demuestran la riqueza de los personajes en esas pieles y piedras
preciosas.
También,
el cabello de María y del Niño son de una calidad excepcional, un cabello fino
con reflejos dorados, sugerido con luces y sombras.
Los
rostros son refinados, estilizados, con rasgos marcados (suaves en el caso de
la Virgen, duros en el caso de Rolin), y las manos se representan ligeras y con
los dedos alargados; son unas manos delicadas.
Los
personajes se representan de una forma que podríamos denominar hierática, pues
no vemos el menor atisbo de movimiento en ellos.
Si
seguimos mirando la obra, dejando por un momento los personajes ya comentados,
pasaremos a fijarnos en la arquitectura. Parece que la escena se desarrolla en
una especie de loggia de un castillo,
o en un salón que tiene una galería abierta por tres arcos en el lado izquierdo
y probablemente otros tres en el derecho (el ángel nos impide asegurarlo).
Es
importante remitir a la solería, con una decoración nuevamente geométrica, a
través de la cual se consigue un gran efecto de perspectiva en la composición.
Las
columnas que sostienen la arquería parecen ser de mármol, tanto negro como
rosado, coronados con unos capiteles que parecen tener motivos de lacería o
vegetales.
Pero lo que realmente nos llama la atención
son los capiteles que se encuentran en la parte izquierda de la composición:
son capiteles figurados, que cuentan una escena desarrollada a través de la
talla de unos personajes. Los temas son claramente reconocidos: (de izquierda a
derecha) la expulsión del Paraíso de Adán y Eva, la ofrenda de los hermanos y
asesinato de Abel a manos de Caín, y Noé ebrio; en definitiva son temas del
Antiguo Testamento centrados en los defectos de la humanidad, que al colocarse
en el mismo lado en el que se representa el canciller quizás nos pueda hacer
caer en la cuenta de que sea un recordatorio de que Rolin es humano, y por
tanto, pecador.
En
la parte alta de la composición podemos ver, aunque no por completo, dos
vidrieras que dejan paso a la luz cenital.
Pero
sin entretenernos más, miraremos más allá de esas columnas, donde pasamos de una
habitación cerrada a una estancia al aire libre. Tenemos una especie de huerto
o jardín, que quizás podría aludir al hortus
conclusus, el jardín cerrado que representa la virginidad de María, o al
jardín del Paraíso (locus amoenus).
Aparecen también pavos reales (símbolo de eternidad) y azucenas (asimismo un
elemento referido a la Virgen).
Pero
tras este espacio, parece haber una balconada, con dos personajes que se
asoman; es ahora cuando por fin hablaremos del paisaje.
Muchos
han debatido acerca del paisaje que se representa en esta obra, afirmando que
se podría tratar de ciudades como Brujas, Lieja, Utrecht, Lyon, Génova, Gante,
Ginebra, e incluso la propia Autun. De hecho no es ninguna de ellas, y son
todas a la vez; Jan Van Eyck realizaba a menudo expediciones que Felipe el
Bueno (Felipe III de Borgoña, de la dinastía de los Valois) le encomendaba, ya
que fue nombrado pintor de cámara y ayuda de cámara del duque, a quien
permaneció vinculado durante toda su vida. De sus numerosos viajes fue tomando
los elementos que más le atraían de cada ciudad, plasmándolo todo aquí, en este
maravilloso paisaje. Sería una ciudad ideal construida a partir de edificios
reales, pero de diferentes lugares. Podría ser (como algunos apuntan) una
metáfora de la Nueva Jerusalén o de la Civitas
Dei (ciudad de Dios).
El
gran río que vemos al fondo sería el río de aguas vivas que sale del trono de
Dios en los versos del Apocalipsis, y el puente que vemos podría hacer
referencia al puente de Montereau, donde fue asesinado Juan Sin Miedo (Juan I
de Borgoña), y donde se logró un acuerdo de paz, el llamado Tratado de Arrás,
que el canciller Rolin logró entre Borgoña y Francia.
Como
conclusión, La Virgen del Canciller Rolin es una obra magnífica y exquisita en
cuanto a la técnica que ya hemos comentado; a pesar de los avances sigue siendo
una obra sobre tabla en lugar de utilizar el lienzo, puesto que en Venecia ya
se estaba empezando a generalizar el uso de éste.
También
es importante subrayar que la concepción del artista como artesano evitó que
muchos de los pintores de esta época fueran conocidos, ya que la mayoría de
ellos no firmaban sus obras, no obstante con Van Eyck esto empieza a cambiar,
introduciendo su firma y fecha en la mayoría de las obras de su producción.
Fuentes consultadas:
- CARMONA MUELA, Juan: Iconografía cristiana: guía básica para estudiantes.
- GOMBRICH, E.H.: La Historia del Arte.
- PANOFSKY, Erwin: Los primitivos flamencos.
- REVILLA, Federico: Diccionario de iconografía y simbología.
- YARZA LUACES, Joaquín: Van Eyck.
Fuentes consultadas:
- CARMONA MUELA, Juan: Iconografía cristiana: guía básica para estudiantes.
- GOMBRICH, E.H.: La Historia del Arte.
- PANOFSKY, Erwin: Los primitivos flamencos.
- REVILLA, Federico: Diccionario de iconografía y simbología.
- YARZA LUACES, Joaquín: Van Eyck.
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