Las artes plásticas
siempre tienen una gran representatividad, y naturalmente en el arte
contemporáneo las obras tienen una gran riqueza de contenido. Lo que vamos a
ver se había hecho ya anteriormente. Courbet
utiliza los procedimientos del barroco por ejemplo; al fin y al cabo hablamos
de realismo. Lo que vale ahora es el contenido, la lectura, la iconología;
máxime cuando es una sociedad que se genera muy compleja, difícil,
comprometida. El valor de contenido de lectura es superior al morfológico.
Courbet muere en 1877,
muere tres años después del Salón de París, donde se dará a conocer, entre
otros, Claude Monet.
Courbet es el típico
representante del movimiento en pintura. Se ha dicho mucho respecto a él y su
pensamiento. Murió exiliado por razones políticas. Era muy amigo de Proudhon,
un gran representante de la lucha social, lo que podríamos llamar un hombre de
izquierdas. Courbet, con sus filosofías, iba en esa línea; ahora el arte se
pone en servicio de los más desfavorecidos, del proletariado, es un
instrumento, una imagen de poder.
Las bases estéticas es
lo que se ve, no hay imaginación ni evasión, sino la realidad cruda.
Siempre hay una cierta crítica; Daumier será un gran crítico (utilizando la
caricatura), mientras que Courbet tiene una crítica más solapada. “Si
queréis que os pinte dioses, mostrádmelos”,
dijo Courbet. Es un arte elemental, simple; vulgar.
Vamos a ver también,
que en realidad, el realismo es la historia contemporánea, es decir, la pintura
de historia, al menos en teoría, está presente. Una historia de un colectivo,
del pueblo llano, proletariado... el siglo XIX sigue siendo el siglo de la
historia.
Decía un crítico: “La
pintura es un arte esencialmente concreto, y sólo puede consistir en la
representación de cosas reales y existentes”. Courbet decía: “Trátase de
un lenguaje completamente físico, cuyas palabras constan de todos los objetos
visibles; unos objetos que sean abstractos, no visibles, no existen, no se
hayan dentro del ámbito de la pintura, porque la pintura es decir la verdad”.
La influencia de la
fotografía es extraordinaria, no hay mayor objetividad que la que da una placa
con la ayuda de la luz.
Por tanto, ¿qué se
representa? El momento, el instante, que derivará en el impresionismo.
El instante, si se va haciendo en una sucesión, se da pictóricamente el sentido
del instantismo; Una sucesión de momentos, de instantes, que es lo que
hará el cinematógrafo. Todo es una evolución, no es un inicio riguroso, todo
tiene un proceso. El arte se aprovecha de todas las experimentaciones y
observaciones.
Pero también van
apareciendo conceptos como el del instante, pero también lo efímero e
inestable, lo que ahora existe y dentro de un rato no.
Todo esto va a venir
en la línea de lo que estamos viendo con Eduard Manet, que es el puente de lo
que estamos viendo y lo que veremos.
Empezamos con Gustave
Courbet, muerto en 1877 (siempre nos interesa la fecha de la muerte de los artistas, ya que ellos trabajan hasta el final de sus días).
Entierro de Ornans, 1848-9
(3'15m (alto) x 6'68m
(ancho)). Es una representación un tanto vulgar, y desgraciadamente esto ocurre
en la vida real.
Tiene muchas
connotaciones de contenido, de lectura, mucho más que desde el punto de vista
iconográfico, técnico. Técnicamente no hay ninguna novedad, pero tiene los
valores del realismo de Courbet.
Es un momento, una
acción que se presenta en un lugar sombrío, triste, con unas colinas... pero
esto ya lo hicieron los artistas del Barroco. Detrás de esto suele estar el
arte español, tiene unas connotaciones tan sobrias que son hispánicas; Courbet
conocía a Ribera, a los pintores del reinado de Felipe IV...
¿Pero qué se
representa? ¿Tiene valor un simple entierro? (de una persona desconocida), el
valor es agrupar a un grupo de personas. Hay incluso separación de mujeres y
hombres.
El hecho es el
entierro, se ha abierto la fosa en el suelo, y viene el cadáver llevado por
unos varones. Hay toda una suerte de gestos y actitudes que persigue el pintor,
que representa lo cotidiano, el lugar, el instante, el momento, sin ninguna
trascendencia; hasta un perro es destino de la circunstancia (que ya se
colocaba en el Renacimiento y Barroco, fiel al hombre).
Hay hermanas del
propio Courbet representadas, que hay quien dice que el pintor está también
representado como un curioso que va al entierro.
Finalmente, hay
también una clara referencia a la vulgaridad del valor de la vida humana. En
esta sociedad de la época, los valores religiosos pasan a un segundo plano; es
un entierro especial, porque en el ámbito del franco-condado había una célula
de la fracmasonería, y la cruz que aquí se lleva es la cruz de la fracmasonería;
hay una cierta alusión. Se ha conjeturado mucho, pues se manifiesta la verdad
cruda, tanto es así que aparecen incluso niños, y alguno que pregunta: el niño
tiene que ver la cruda realidad, no hay hipocresía.
Las Bañistas, 1853
Podía ser una obra mutatis
mutandis (cambiando lo que haya
que cambiar), ¿qué podemos cambiar? La indumentaria, podría ser una obra
de cualquier pintor del Renacimiento.
La mujer de la derecha
va vestida como una campesina italiana. La otra mujer no va desnuda, va
desvestida, no tiene una justificación del desnudo, no es un tema mitológico,
es vulgar, instantáneo; ahí tenemos el pecado del pintor. Se hace una crítica.
Courbet ha aprendido
el paisaje, que es un hecho consolidado ya.
Lo que tenemos que ver
es la lectura iconológica de la obra; es una obra ambientada en un parque que
parece público, donde se encuentra una mujer desvistiéndose.
Bonjour monsieur Courbet!, 1854
El saludo que hace
Courbet a Bruyas, un caballero distinguido de la alta burguesía. El título no
puede ser más vulgar. Aparece el caballero con su criado, que se encuentra con
el pintor, que puede ser una alpinista.
La indumentaria
también es vulgar. El perro siempre aparece acompañando. El paisaje se conoce,
el que se estaba haciendo en Europa, es un paisaje que podemos considerar del
realismo.
El Estudio del Pintor, 1855
Es una obra muy
representativa de Courbet, junto con la del Entierro. Se ha dicho que es una
alegoría social, y una síntesis del capital, del trabajo, del talento; es el
cuadro de la democracia también, donde caben todos, eso sí, cada uno en su
sitio.
“El mundo viene a
que lo retrate”, decía Courbet.
Junto a ese mundo
insignificante y vulgar, existe el mundo de los intelectuales, que forman parte
de la burguesía, pues cualquiera no tenía acceso a la cultura: aparece
Baudelaire, Proudhon...
Además el cuadro es
muy completo, es muy rico en lectura, tiene mucho valor iconológico. Hay
retratos, bodegón, desnudos...
Ahora tenemos como un
retrato de corporación social, en cuyo centro está el pintor, Courbet,
autorretratado acompañado de una modelo desnuda, cubierta tímidamente ante la
presencia de semejante grupo. Puede significar (la modelo) la Academia, la
vieja forma, el modelo desnudo que se interpretaba en las Academias (cuando se
ve una “academia” es un desnudo femenino). Ella está a la espalda del pintor;
Courbet le da la espalda a las Academias.
El paisaje
posiblemente sea del franco-condado.
Es muy importante: ha
tomado notas al aire libre, pero termina su obra en el taller.
El niño pequeño es la
típica representación de la inocencia, que pertenece a la sociedad del pueblo,
¿en qué lo vemos? En que lleva unos zuecos sin calcetines, nada más, que era lo
que usaba el pueblo llano; se encuentra en la mitad izquierda. En cambio, el
pintor, se encuentra en la mitad del cuadro.
Hay un niño leyendo en
el suelo en la parte derecha, parte en la cual también aparece Baudelaire. Sin
duda la cultura estaba en manos de la burguesía, de la clase ilustrada por así
decirlo; pero realmente lo que Courbet nos quiere presentar es este cosmos que
es el mundo: “todos quieren retratarse en mi estudio”.
Vemos el sentido
religioso simbolizado: hay un San Sebastián, un santo que representa el ideal
apolíneo. No sabemos realmente por qué se ha colocado ahí.
Delante y detrás del
cuadro hay simbolismo, dos valores: detrás la religión y delante la Academia.
En la parte izquierda
hay un rabino judío... toda esta obra es una síntesis del mundo.
Courbet va vestido
casi como un proletario de la época: pantalón a rayas, chaqueta sin solapa,
barba poco cuidada, la silla en la que está es rígida, poco confortable...
Las muchachas a orillas del Sena, 1856
(17m x 20m). Se
presentó en el Salón de París de 1857. Ahora vemos unas señoritas burguesas (a
juzgar por su vestimenta) que parecen haber ido de excursión y ahora descansan.
A Courbet le interesa
el contenido, no la técnica. Constituyó un escándalo que las señoritas aquí
representadas se dejaran seducir por el cansancio y el sueño.
Manme Romero.
Fuentes consultadas:
- P.C. Gerardo: “Arte del Siglo XIX”; Universidad de
Sevilla
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