“La vida cotidiana en América Latina nos demuestra que la
realidad está llena de cosas extraordinarias”
(Gabriel García Márquez)
Estas cosas extraordinarias fueron las
que Bretón y los surrealistas europeos no supieron ver como algo real. El
desconocimiento de la realidad iberoamericana por parte de estos los llevó a
confundirlos con el surrealismo. La representación de mitos, iconografía
prehispánica, leyendas, cuentos… todo eso es la realidad iberoamericana.
1940: fecha en la que se
inaugura en México la Exposición Internacional del Surrealismo, organizada por André
Bretón. Será clave porque en ella van a participar artistas mexicanos que nada
tienen que ver con el surrealismo, aunque los surrealistas ortodoxos los
consideran como tal. La base de la exposición son los surrealistas ortodoxos
emigrados a América por consecuencias de la guerra: unos se marchan a Nueva
York, otros a México…
Esta exposición de 1940 es
un hito emblemático y, desde luego, una fecha de referencia.
Estuvo dividida en dos
sesiones: por un lado los artistas europeos y, por otro, los americanos que
consideraban también surrealistas. De hecho, a Rivera, en un primer momento, le
cuelgan un cuadro en esa primera sesión. Y luego otra sesión de pintores
mexicanos sin conexión alguna con el surrealismo, y aquí quizás el más
importante es Roberto Montenegro (otro de los grandes muralistas y pintor de
caballete también bastante importante).
La exposición sirvió para
enseñar el surrealismo al “público” iberoamericano, que nunca había visto, pero
ni el público ni los artistas sintieron un profundo gusto por ese surrealismo
ortodoxo.
Los artistas
iberoamericanos que habían participado en esa exposición en México, entre ellos
Frida Kahlo, Rivera, Antonio Ruiz, María Izquierdo, Remedios Varo, incluso
Leonora Carrington… no pintan un mundo onírico, sino su realidad, pero siempre
recurriendo a sus mitos, a leyendas preexistentes, elementos fantásticos y
surreales… pero sin desprenderse por completo de su realidad.
Empezaremos estudiando a Frida Kahlo (1907-1954) siguiendo una
secuencia biográfica, veremos las obras más esenciales para ver su evolución.
Una figura muy conocida, la
pintora por excelencia de México, un poco el mito quizás sobrevalorado por el
personaje que ella misma se creó, ayudaron también las circunstancias de su
relación con Rivera… también el feminismo la ha reclamado como abanderada…
Había nacido en un pueblo
cercano, Cuayacán, que ya es un distrito del DF. Padre alemán judío fotógrafo,
y su madre una mexicana muy mexicana, muy popular. La relación con su
madre no era muy buena, no lo tiene que decir, sino que lo muestra en su obra.
Tenía una salud endeble,
frágil, que condiciona su vida y personalidad. En 1913 sufre de colionilitis
que le deja una secuela en el pie izquierdo. Toda esa fragilidad de salud se
radicaliza cuando tiene un accidente. Ella iba en un tranvía y este choca con
un autobús en el que ella viaja y, a consecuencia de ese choque, tiene que
estar ingresada en el hospital más de un mes. Es aquí cuando empieza a
interesarse por la pintura, en esa larga convalecencia. En principio quería ser
médico, pero todo esto le frena para conseguir esos estudios superiores. Ese
accidente, unido a la fragilidad de su salud, le traerá unas secuelas de una
lesión de espalda, por lo que siempre encontraremos dolores intensos, sobre
todo en las caderas… esta lesión de espalda condicionará en gran parte su vida.
En primer lugar vamos a
destacar algunos retratos que realiza en su primera etapa como artista:
“Retrato de su padre”, 1952
Lo toma de una fotografía
artística, pero le pone una cámara en el fondo, queriendo representar su papel
de artista. Además, los retratos de principios del XIX mexicanos que incluían
un objeto en relación con el retratado. En la leyenda, como si se tratara de un
exvoto, escribe todo lo que es su padre para ella.
“Aquí pinté a mi padre Wilhelm Kahlo, de origen húngaro-alemán,
artista-fotógrafo de profesión, de carácter generoso, inteligente y bueno,
valiente porque sufrió durante sesenta años de epilepsia pero nunca se rindió
trabajando y luchó contra Hitler, con adoración, Su hija Frida Kahlo”.
“El tiempo vuela”, 1929
En 1928 ingresa en el
partido comunista de México, se introduce en el mundo de los intelectuales de
esa vanguardia, conoce a Diego Rivera… y Frida lo admira como artista. Rivera
queda impresionado por la sensibilidad, la sensualidad vital de esta mujer
menuda, algo frágil… que llama mucho su atención. En agosto de 1929 se casan,
él abandona a su mujer… y ahí comienza ya esa relación de encuentro y
desencuentro, empezando el mito o la creación de esos personajes.
“Frida Kahlo y Diego Rivera”, 1931
Autorretrato con Diego. Así
es como se ve ella, como la mujer del gran muralista. En estos momentos se
encuentra él pintando los murales de California, Detroit… se pinta ella
ya con esa indumentaria popular, con el pelo recogido, la joyería (pendientes
casi siempre de corte virreinal y el collar prehispánico). A él lo pinta como pintor,
con la paleta y con los pinceles. A Rivera le encantaba la Frida con la
indumentaria que para él era el símbolo del nacionalismo mexicano, encarnación
del esplendor nacional en la figura de Frida Kahlo. Pero esto estaba de moda,
porque María Izquierdo también lo hacía. Vestidos sencillos, de atuendo, las
mujeres de Tehuantepec…
Pero en la evolución de
Frida se muestra también cómo va a cambiar de imagen. En el 30-31 se considera
la mujer de Diego Rivera. Tras la primera crisis, llega el 39, se separan… pero
en el 40 se vuelven a casar.
La obra de Frida hay que
considerarla como un diario gráfico. Ella es el objeto y sujeto de su pintura.
No podemos, por lo tanto, decir que está utilizando unas referencias del
inconsciente, sino que muy conscientemente muestra lo que quiere mostrar.
Su cuerpo también se va a
convertir en la temática, con un lenguaje preciosista, en cierta medida muy
directo, con una técnica muy simple, naif, que recuerdan a esos retablos
populares y a esas pinturas votivas mexicanas.
En noviembre de 1930, Diego
y Frida se trasladan a Estados Unidos como consecuencia de esa etapa
profesional de Rivera, y ella no se siente cómoda allí, pues es la mujer de, está aburrida, más su
enfermedad, el abandono de Rivera… lo muestra en su pintura. Además, aquí sufre
varios abortos, el más significativo el de Detroit, y todo esto lo muestra.
“Henry Ford Hospital o la Cama Volando”, 1932
Su realidad física y
psicológica. La soledad que tiene y siente en Estados Unidos está aquí
mostrada: una cama en medio de un páramo con un fondo industrial, un sentido de
soledad muy claro. Reglas compositivas paralelismos con exvotos, rompimientos
de gloria cuyo eje va a ser el feto, ese niño perdido, sobredimensionado. En
ese paisaje inhóspito, industrial, en el horizonte, que acentúa su soledad.
Ella tumbada en la cama, con sábana ensangrentada, se une al feto perdido, la
muestra del caracol por la lentitud de ese aborto, una serie de máquinas, la
zona pélvica (lo cual le impedía que el feto desarrollara y le provocaba los
abortos) y una orquídea, la flor que Rivera le lleva al hospital cuando va a
verla.
“Unos cuantos piquetitos”
El tema lo toma de un
reportaje periodístico sobre la noticia de un hombre que asesinó a su mujer por
celos. Este hecho atroz lo asume simbólicamente a su estado personal, pues está
profundamente herida por la infidelidad de Diego Rivera con su hermana. Ella
abandona a su hermana y comienza, a partir de esta fecha, su reafirmación
personal y profesional. El título se debe a que al señor que vemos en la imagen
solo se le ocurre decir que solo quería darle unos piquetitos, un escarmiento,
pero se le fue de las manos.
“Mis abuelos, mis
padres y yo”, 1936
Empieza
su etapa de reafirmación personal y profesional. Se replantea muchas cosas a
raíz de su crisis personal, y pinta esta obra donde aparece ella en la casa
paternal pintada de azul; se pinta en el centro del patio, y con un lazo parece
sostener a sus padres. Los abuelos alemanes están sobre el Atlántico, y los
abuelos mexicanos sobre la tierra propia. El retrato de los padres está tomado
de la fotografía de la boda.
Cuenta
su origen, y hace una reflexión sobre sus orígenes, y está iniciando esa
revalorización personal y profesional.
En
1936 vuelve a esa casa, se centra en actividades políticas, recibe en su casa a
Trotsky… hace una vida al margen de Rivera.
“Mi nana y yo”,
1937
Una
de las obras más frías y duras de Frida. En esta obra hay un distanciamiento
total. El bebé es otro autorretrato de Frida, pero lo que pretende expresar
aquí es la carencia que ella considera que tuvo de cariño y ternura durante su
infancia, pues la relación con su madre fue muy distante. Frida fue amamantada
por un ama de cría, que en esa época solían ser indias, muy habitual a
principios de siglo. Frida no se sentía unida a su madre, y esto da lugar a una
obra inquietante.
Es
interesante la vinculación con la plástica prehispánica, y fundamentalmente con
las máscaras teotihuacanas: máscaras de piedra, con unos rasgos muy
repetitivos, con distanciamiento en la expresión; podemos ponerlas en paralelo
con el rostro de su ama de crías.
Quizás
alguien también ha querido ver con la utilización de esta máscara un guiño de
Frida Kahlo a su parte mestiza (por parte de madre, una mexicana mestiza).
Frida
conoce a Bretón en México en 1938, y éste se queda impresionado por su obra, la
cual considera surrealista, pero desde la visión un tanto colonialista, pues se
le escapa la realidad de Frida, de su mundo, sus mitos, y su historia; por esta
razón, la sitúa fuera de lo que él considera una realidad surreal. Bretón ve en
la realidad de Frida no es lo que espera de la aceptación de su mundo, y es por
esto por lo que analiza y considera la obra.
Este
conocimiento de Bretón y la consiguiente fascinación, le va a conceder a Frida
una mejora profesional evidente, y le consigue una exposición individual en
Nueva York en la galería Levi: es un éxito total. Se venden todas las obras y
además consigue encargos, sorprendiéndose ella misma de su éxito. Esto le
permitirá a partir de ahora ser independiente económicamente y reafirmar su
personalidad.
“Lo que vi en el
agua” o “Lo que el agua me dio”, 1938
Quizás
la obra más surrealista de Frida Kahlo. Lo que vemos es un retrato de los pies
del artista que sobresalen del agua de una bañera, y vemos reflejado tanto
objetos como personas que forman parte de su vida, y que ella había utilizado
en otros trabajos anteriores.
Vemos
a los padres entre la flora, fauna y raíces, vemos también el vestido, el
rascacielos que vemos no es el de la obra anterior, pero si es el reflejo de la
visión estadounidense. Por lo tanto, hay un trabajo simbólico que contiene
elementos surreales, pero que quizás podemos decir que en el planteamiento es
surrealista, pero los elementos ya han sido usados con anterioridad por formar
parte de sus elementos vitales, no escapan de su realidad.
“Las dos Fridas”,
1939-40
Se
expone en la Exposición Internacional del Surrealismo en México, en 1940. Hace
una meditación sobre la crisis matrimonial y su recuperación. Las dos Fridas:
su separación y recuperación a la vez. Personalidad de Frida que adoraba
Rivera, la de vestimenta popular, mexicana; y por otro lado la Frida ataviada
con un traje más internacional de la moda de línea europea. Lo que ocurre es
que las dos tienen un mismo corazón, cogidas de las manos porque son una misma.
Están unidas por una única arteria que es la que las mantiene vivas. Estas dos
Fridas se apoyan y consuelan.
Es
interesante ver como ese fondo tiene también un significado, un tanto gris, que
recuerda a esos cielos también del Greco (a ella le gusta El Greco).
“Estaba rota y no
enferma” (“La columna rota”), 1944
Se
ve obligada a llevar un corsé de acero. Se presenta frente a un paisaje árido e
inhóspito, agrietado, que se convierte en una metáfora del dolor y soledad del
artista, en un momento en el que representa su columna como una columna jónica,
rota, como su propia lesión de columna vertebral.
Hay
muchos clavos por su cuerpo y rostro, que algunos asocian a los martirios de
San Sebastián: ella no es creyente pero su madre si era devota, por eso conocía
la iconografía. En América comienza una política anticlerical muy intensa.
“Árbol de la
esperanza mantente firme”, 1946
En
1946 le sugieren que se marche a Nueva York para ser operada, y por esto pinta
esta obra. Es una obra pintada para su mecenas. Se somete a la operación pero
no tiene ningún éxito. Pretende darse ánimo para esta obra, aparece sentada
abandonando el corsé que tenía que llevar. Aparece de nuevo el paisaje agrietado
y sombrío. Ambigüedad de la noche y el día, referente a lo prehispánico, y la
dualidad de los estados anímicos.
Ese
cuerpo desnudo en la camilla se opone a la Frida que espera una mejoría,
mirando al futuro.
Finalmente,
Frida muere en julio de 1954 por una infección pulmonar. Aquí entra otro
episodio de la leyenda: para algunos no fue una muerte por deterioro, sino un
suicidio que la artista había traducido en su diario. Esto no está claro,
porque realmente fue un suicidio por no cuidarse, pero no premeditado.
Desde
la muerte de Frida, Rivera quiere hacer un museo en honor a la artista, y se
abrió un año después de la muerte de Rivera (1957).
“Ellos pensaron
que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté sueños. Pinté mi propia
realidad”, Frida Kahlo.
Manme Romero.
Fuentes consultadas:
-
Andrea
Kettenmann: “Kahlo”
-
Lucie
Smith: “Vidas de los grandes artistas del siglo XX: Frida Kahlo”
-
VV.AA.: “Frida”
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