miércoles, 8 de octubre de 2014

"El Surrealismo y lo Surreal en Iberoamérica" (I): Frida Kahlo





“La vida cotidiana en América Latina nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias” (Gabriel García Márquez)

Estas cosas extraordinarias fueron las que Bretón y los surrealistas europeos no supieron ver como algo real. El desconocimiento de la realidad iberoamericana por parte de estos los llevó a confundirlos con el surrealismo. La representación de mitos, iconografía prehispánica, leyendas, cuentos… todo eso es la realidad iberoamericana.




1940: fecha en la que se inaugura en México la Exposición Internacional del Surrealismo, organizada por André Bretón. Será clave porque en ella van a participar artistas mexicanos que nada tienen que ver con el surrealismo, aunque los surrealistas ortodoxos los consideran como tal. La base de la exposición son los surrealistas ortodoxos emigrados a América por consecuencias de la guerra: unos se marchan a Nueva York, otros a México…

Esta exposición de 1940 es un hito emblemático y, desde luego, una fecha de referencia.
Estuvo dividida en dos sesiones: por un lado los artistas europeos y, por otro, los americanos que consideraban también surrealistas. De hecho, a Rivera, en un primer momento, le cuelgan un cuadro en esa primera sesión. Y luego otra sesión de pintores mexicanos sin conexión alguna con el surrealismo, y aquí quizás el más importante es Roberto Montenegro (otro de los grandes muralistas y pintor de caballete también bastante importante).
La exposición sirvió para enseñar el surrealismo al “público” iberoamericano, que nunca había visto, pero ni el público ni los artistas sintieron un profundo gusto por ese surrealismo ortodoxo.

Los artistas iberoamericanos que habían participado en esa exposición en México, entre ellos Frida Kahlo, Rivera, Antonio Ruiz, María Izquierdo, Remedios Varo, incluso Leonora Carrington… no pintan un mundo onírico, sino su realidad, pero siempre recurriendo a sus mitos, a leyendas preexistentes, elementos fantásticos y surreales… pero sin desprenderse por completo de su realidad.


Empezaremos estudiando a Frida Kahlo (1907-1954) siguiendo una secuencia biográfica, veremos las obras más esenciales para ver su evolución.
Una figura muy conocida, la pintora por excelencia de México, un poco el mito quizás sobrevalorado por el personaje que ella misma se creó, ayudaron también las circunstancias de su relación con Rivera… también el feminismo la ha reclamado como abanderada…
Había nacido en un pueblo cercano, Cuayacán, que ya es un distrito del DF. Padre alemán judío fotógrafo, y su madre una mexicana muy mexicana,  muy popular. La relación con su madre no era muy buena, no lo tiene que decir, sino que lo muestra en su obra.

Tenía una salud endeble, frágil, que condiciona su vida y personalidad. En 1913 sufre de colionilitis que le deja una secuela en el pie izquierdo. Toda esa fragilidad de salud se radicaliza cuando tiene un accidente. Ella iba en un tranvía y este choca con un autobús en el que ella viaja y, a consecuencia de ese choque, tiene que estar ingresada en el hospital más de un mes. Es aquí cuando empieza a interesarse por la pintura, en esa larga convalecencia. En principio quería ser médico, pero todo esto le frena para conseguir esos estudios superiores. Ese accidente, unido a la fragilidad de su salud, le traerá unas secuelas de una lesión de espalda, por lo que siempre encontraremos dolores intensos, sobre todo en las caderas… esta lesión de espalda condicionará en gran parte su vida.

En primer lugar vamos a destacar algunos retratos que realiza en su primera etapa como artista:

“Retrato de su padre”, 1952

Lo toma de una fotografía artística, pero le pone una cámara en el fondo, queriendo representar su papel de artista. Además, los retratos de principios del XIX mexicanos que incluían un objeto en relación con el retratado. En la leyenda, como si se tratara de un exvoto, escribe todo lo que es su padre para ella.
Aquí pinté a mi padre Wilhelm Kahlo, de origen húngaro-alemán, artista-fotógrafo de profesión, de carácter generoso, inteligente y bueno, valiente porque sufrió durante sesenta años de epilepsia pero nunca se rindió trabajando y luchó contra Hitler, con adoración, Su hija Frida Kahlo”.

“El tiempo vuela”, 1929

En 1928 ingresa en el partido comunista de México, se introduce en el mundo de los intelectuales de esa vanguardia, conoce a Diego Rivera… y Frida lo admira como artista. Rivera queda impresionado por la sensibilidad, la sensualidad vital de esta mujer menuda, algo frágil… que llama mucho su atención. En agosto de 1929 se casan, él abandona a su mujer… y ahí comienza ya esa relación de encuentro y desencuentro, empezando el mito o la creación de esos personajes.

“Frida Kahlo y Diego Rivera”, 1931

Autorretrato con Diego. Así es como se ve ella, como la mujer del gran muralista. En estos momentos se encuentra él pintando los murales de California, Detroit…  se pinta ella ya con esa indumentaria popular, con el pelo recogido, la joyería (pendientes casi siempre de corte virreinal y el collar prehispánico). A él lo pinta como pintor, con la paleta y con los pinceles. A Rivera le encantaba la Frida con la indumentaria que para él era el símbolo del nacionalismo mexicano, encarnación del esplendor nacional en la figura de Frida Kahlo. Pero esto estaba de moda, porque María Izquierdo también lo hacía. Vestidos sencillos, de atuendo, las mujeres de Tehuantepec…
Pero en la evolución de Frida se muestra también cómo va a cambiar de imagen. En el 30-31 se considera la mujer de Diego Rivera. Tras la primera crisis, llega el 39, se separan… pero en el 40 se vuelven a casar.

La obra de Frida hay que considerarla como un diario gráfico. Ella es el objeto y sujeto de su pintura. No podemos, por lo tanto, decir que está utilizando unas referencias del inconsciente, sino que muy conscientemente muestra lo que quiere mostrar.

Su cuerpo también se va a convertir en la temática, con un lenguaje preciosista, en cierta medida muy directo, con una técnica muy simple, naif, que recuerdan a esos retablos populares y a esas pinturas votivas mexicanas.

En noviembre de 1930, Diego y Frida se trasladan a Estados Unidos como consecuencia de esa etapa profesional de Rivera, y ella no se siente cómoda allí, pues es la mujer de, está aburrida, más su enfermedad, el abandono de Rivera… lo muestra en su pintura. Además, aquí sufre varios abortos, el más significativo el de Detroit, y todo esto lo muestra.

“Henry Ford Hospital o la Cama Volando”, 1932

Su realidad física y psicológica. La soledad que tiene y siente en Estados Unidos está aquí mostrada: una cama en medio de un páramo con un fondo industrial, un sentido de soledad muy claro. Reglas compositivas paralelismos con exvotos, rompimientos de gloria cuyo eje va a ser el feto, ese niño perdido, sobredimensionado. En ese paisaje inhóspito, industrial, en el horizonte, que acentúa su soledad. Ella tumbada en la cama, con sábana ensangrentada, se une al feto perdido, la muestra del caracol por la lentitud de ese aborto, una serie de máquinas, la zona pélvica (lo cual le impedía que el feto desarrollara y le provocaba los abortos) y una orquídea, la flor que Rivera le lleva al hospital cuando va a verla.

“Unos cuantos piquetitos”

El tema lo toma de un reportaje periodístico sobre la noticia de un hombre que asesinó a su mujer por celos. Este hecho atroz lo asume simbólicamente a su estado personal, pues está profundamente herida por la infidelidad de Diego Rivera con su hermana. Ella abandona a su hermana y comienza, a partir de esta fecha, su reafirmación personal y profesional. El título se debe a que al señor que vemos en la imagen solo se le ocurre decir que solo quería darle unos piquetitos, un escarmiento, pero se le fue de las manos.

“Mis abuelos, mis padres y yo”, 1936

Empieza su etapa de reafirmación personal y profesional. Se replantea muchas cosas a raíz de su crisis personal, y pinta esta obra donde aparece ella en la casa paternal pintada de azul; se pinta en el centro del patio, y con un lazo parece sostener a sus padres. Los abuelos alemanes están sobre el Atlántico, y los abuelos mexicanos sobre la tierra propia. El retrato de los padres está tomado de la fotografía de la boda.
Cuenta su origen, y hace una reflexión sobre sus orígenes, y está iniciando esa revalorización personal y profesional.
En 1936 vuelve a esa casa, se centra en actividades políticas, recibe en su casa a Trotsky… hace una vida al margen de Rivera.

“Mi nana y yo”, 1937

Una de las obras más frías y duras de Frida. En esta obra hay un distanciamiento total. El bebé es otro autorretrato de Frida, pero lo que pretende expresar aquí es la carencia que ella considera que tuvo de cariño y ternura durante su infancia, pues la relación con su madre fue muy distante. Frida fue amamantada por un ama de cría, que en esa época solían ser indias, muy habitual a principios de siglo. Frida no se sentía unida a su madre, y esto da lugar a una obra inquietante.
Es interesante la vinculación con la plástica prehispánica, y fundamentalmente con las máscaras teotihuacanas: máscaras de piedra, con unos rasgos muy repetitivos, con distanciamiento en la expresión; podemos ponerlas en paralelo con el rostro de su ama de crías.
Quizás alguien también ha querido ver con la utilización de esta máscara un guiño de Frida Kahlo a su parte mestiza (por parte de madre, una mexicana mestiza).

Frida conoce a Bretón en México en 1938, y éste se queda impresionado por su obra, la cual considera surrealista, pero desde la visión un tanto colonialista, pues se le escapa la realidad de Frida, de su mundo, sus mitos, y su historia; por esta razón, la sitúa fuera de lo que él considera una realidad surreal. Bretón ve en la realidad de Frida no es lo que espera de la aceptación de su mundo, y es por esto por lo que analiza y considera la obra.
Este conocimiento de Bretón y la consiguiente fascinación, le va a conceder a Frida una mejora profesional evidente, y le consigue una exposición individual en Nueva York en la galería Levi: es un éxito total. Se venden todas las obras y además consigue encargos, sorprendiéndose ella misma de su éxito. Esto le permitirá a partir de ahora ser independiente económicamente y reafirmar su personalidad.

“Lo que vi en el agua” o “Lo que el agua me dio”, 1938

Quizás la obra más surrealista de Frida Kahlo. Lo que vemos es un retrato de los pies del artista que sobresalen del agua de una bañera, y vemos reflejado tanto objetos como personas que forman parte de su vida, y que ella había utilizado en otros trabajos anteriores.
Vemos a los padres entre la flora, fauna y raíces, vemos también el vestido, el rascacielos que vemos no es el de la obra anterior, pero si es el reflejo de la visión estadounidense. Por lo tanto, hay un trabajo simbólico que contiene elementos surreales, pero que quizás podemos decir que en el planteamiento es surrealista, pero los elementos ya han sido usados con anterioridad por formar parte de sus elementos vitales, no escapan de su realidad.

“Las dos Fridas”, 1939-40

Se expone en la Exposición Internacional del Surrealismo en México, en 1940. Hace una meditación sobre la crisis matrimonial y su recuperación. Las dos Fridas: su separación y recuperación a la vez. Personalidad de Frida que adoraba Rivera, la de vestimenta popular, mexicana; y por otro lado la Frida ataviada con un traje más internacional de la moda de línea europea. Lo que ocurre es que las dos tienen un mismo corazón, cogidas de las manos porque son una misma. Están unidas por una única arteria que es la que las mantiene vivas. Estas dos Fridas se apoyan y consuelan.
Es interesante ver como ese fondo tiene también un significado, un tanto gris, que recuerda a esos cielos también del Greco (a ella le gusta El Greco).

“Estaba rota y no enferma” (“La columna rota”), 1944

Se ve obligada a llevar un corsé de acero. Se presenta frente a un paisaje árido e inhóspito, agrietado, que se convierte en una metáfora del dolor y soledad del artista, en un momento en el que representa su columna como una columna jónica, rota, como su propia lesión de columna vertebral.
Hay muchos clavos por su cuerpo y rostro, que algunos asocian a los martirios de San Sebastián: ella no es creyente pero su madre si era devota, por eso conocía la iconografía. En América comienza una política anticlerical muy intensa.

“Árbol de la esperanza mantente firme”, 1946

En 1946 le sugieren que se marche a Nueva York para ser operada, y por esto pinta esta obra. Es una obra pintada para su mecenas. Se somete a la operación pero no tiene ningún éxito. Pretende darse ánimo para esta obra, aparece sentada abandonando el corsé que tenía que llevar. Aparece de nuevo el paisaje agrietado y sombrío. Ambigüedad de la noche y el día, referente a lo prehispánico, y la dualidad de los estados anímicos.
Ese cuerpo desnudo en la camilla se opone a la Frida que espera una mejoría, mirando al futuro.

Finalmente, Frida muere en julio de 1954 por una infección pulmonar. Aquí entra otro episodio de la leyenda: para algunos no fue una muerte por deterioro, sino un suicidio que la artista había traducido en su diario. Esto no está claro, porque realmente fue un suicidio por no cuidarse, pero no premeditado.

Desde la muerte de Frida, Rivera quiere hacer un museo en honor a la artista, y se abrió un año después de la muerte de Rivera (1957).


Ellos pensaron que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté sueños. Pinté mi propia realidad”, Frida Kahlo.







Manme Romero.








Fuentes consultadas:
-      Andrea Kettenmann: “Kahlo”
-      Lucie Smith: “Vidas de los grandes artistas del siglo XX: Frida Kahlo”

-      VV.AA.: “Frida”




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