lunes, 18 de noviembre de 2013

Comentario exhaustivo: "La Virgen del Canciller Rolin", Jan Van Eyck

¡Hola a todos y todas!

Inauguro el blog con una obra perfecta y cuanto menos interesante: La Virgen del Canciller Rolin, de Jan Van Eyck.


Desde 1380 aproximadamente, y a causa de la Guerra de los Cien Años, París deja de ser la capital artística que había sido hasta aquel momento. Es a mediados del siglo XV cuando Italia y Flandes pasan a ser los focos pictóricos más importantes. Si nos centramos en Flandes, diremos que en esta región se encuentra el denominado Ducado de Borgoña, cuyos gobernantes fueron mecenas del arte gótico. Y es también en los Países Bajos donde se encuentra Jan Van Eyck, autor de esta obra que nos ocupa.

En primer lugar diremos que esta obra fue encargada a Jan Van Eyck por el canciller Nicolás Rolin hacia el año 1434-5, poco después de que el pintor realizara el conocido “Matrimonio Arnolfini”.
Algunos afirman que esta obra se conoce con dos nombres: el ya mencionado, y “La Virgen de Autun”, pues esta obra estaba destinada a colocarse en la capilla de la Catedral de esta ciudad.

En esta pintura que nos ocupa le vemos a él representado frente a la Virgen, pero, la pregunta es, ¿cómo se le representa? Vemos a un hombre arrodillado en un reclinatorio, quizás con una apariencia de no más de 60 años, con mirada fija y penetrante, y aunque su actitud nos insinúe que está rezando, su mirada nos dice lo contrario, rozando lo desafiante.
Rolin aquí es el donante, pues ha costeado la obra y aparece junto a un personaje sagrado en actitud de oración. Este término alude a las personas que en las obras se colocaron en “inmediata vecindad” con aquellos seres sagrados, a modo de anticipación de la vecindad que esperaban obtener en el cielo. Pero, ¿cómo puede ser igual la representación de un ser sagrado a la de un hombre cualquiera? Normalmente se representa a los donantes de las obras en una escala reducida respecto de las divinidades, en una actitud humilde, nunca de igual a igual como podemos ver aquí. Esto podría mostrarnos algo sobre el carácter del personaje, quizás un poco de arrogancia a la hora de mostrarse a la misma altura que la Virgen, y ni siquiera en actitud de contemplación de ésta, sino más bien con un aire desafiante.
Realmente si es cierto que hay un espacio entre ambos en la composición, pero hay una igualdad entre el que supuestamente está rogando y la divinidad que escucha las plegarias.
Según Erwin Panofsky: “Puede que el canciller se presente en las mismas condiciones que la Virgen porque se trate de una especie de representación de la Jerusalén Celestial, donde el canciller haya sido admitido en la gloria”, pero ciertamente esto no se trata de un retrato funerario, pues fue un encargo realizado en vida. Considerando esto, la forma en la que se representa el canciller sería insolente e inapropiada.
En cuanto a la vestimenta de Nicolás Rolin, lo vemos ataviado de una forma rica, con pieles y con una tela que bien podría ser terciopelo; esto podría reflejar la posición del canciller y su posibilidad económica.

En el otro lado de la composición encontramos a la Virgen, sentada (no entronizada) en un sitial de madera decorado con formas geométricas, sobre el cual se dispone un cojín también ricamente ornamentado con lo que parecen ser motivos dorados. La Virgen luce un manto de color rojo, un color común en las Vírgenes representadas en Dresde y Frankfurt. Este manto también está ricamente adornado con pedrería y lo que parece ser la técnica de la filigrana; además, Joaquín Yarza añade: “en los bordes del manto de María se puede leer: “soy exaltada así como cedro en el Líbano” [Eclesiástico: XXIV, 17]”.
Dejando a un lado la vestimenta, María aparece representada como trono de Dios, llevando al Niño en su regazo e incluso sosteniéndolo con las manos. Pero a diferencia de Rolin, la Virgen no mira al frente, sino hacia abajo, lo cual podríamos considerar una actitud de sumisión, recordándonos a aquellas representaciones de la Anunciación. Justo detrás de María tenemos a un ángel de reducidas dimensiones que porta una rica corona dorada y enjoyada con lo que parecen ser piedras preciosas; el ángel se dispone a coronar a María.

Por último aludiremos al Niño, sentado en el regazo de su Madre, mirando al frente y levantando su mano derecha en señal de bendición hacia el canciller. Es un Niño corpulento, de cabellos dorados, que porta en su mano izquierda una obra de orfebrería que parece ser un globo terráqueo con una cruz; quizás sea el símbolo del cristianismo que acoge a toda la humanidad.

Como conclusión, diremos que los personajes aparecen colocados según su condición, ya que a la izquierda de la composición tenemos al canciller, la única personalidad terrenal, mientras que a la derecha del cuadro tenemos a María, al Niño, y al ángel, y los tres formarían el conjunto de figuras sagradas.
Además de esto podemos destacar sus ropajes, telas de calidad, pesadas, típicas de Flandes, que demuestran la riqueza de los personajes en esas pieles y piedras preciosas.
También, el cabello de María y del Niño son de una calidad excepcional, un cabello fino con reflejos dorados, sugerido con luces y sombras.
Los rostros son refinados, estilizados, con rasgos marcados (suaves en el caso de la Virgen, duros en el caso de Rolin), y las manos se representan ligeras y con los dedos alargados; son unas manos delicadas.
Los personajes se representan de una forma que podríamos denominar hierática, pues no vemos el menor atisbo de movimiento en ellos.

Si seguimos mirando la obra, dejando por un momento los personajes ya comentados, pasaremos a fijarnos en la arquitectura. Parece que la escena se desarrolla en una especie de loggia de un castillo, o en un salón que tiene una galería abierta por tres arcos en el lado izquierdo y probablemente otros tres en el derecho (el ángel nos impide asegurarlo).
Es importante remitir a la solería, con una decoración nuevamente geométrica, a través de la cual se consigue un gran efecto de perspectiva en la composición.
Las columnas que sostienen la arquería parecen ser de mármol, tanto negro como rosado, coronados con unos capiteles que parecen tener motivos de lacería o vegetales.
 Pero lo que realmente nos llama la atención son los capiteles que se encuentran en la parte izquierda de la composición: son capiteles figurados, que cuentan una escena desarrollada a través de la talla de unos personajes. Los temas son claramente reconocidos: (de izquierda a derecha) la expulsión del Paraíso de Adán y Eva, la ofrenda de los hermanos y asesinato de Abel a manos de Caín, y Noé ebrio; en definitiva son temas del Antiguo Testamento centrados en los defectos de la humanidad, que al colocarse en el mismo lado en el que se representa el canciller quizás nos pueda hacer caer en la cuenta de que sea un recordatorio de que Rolin es humano, y por tanto, pecador.
En la parte alta de la composición podemos ver, aunque no por completo, dos vidrieras que dejan paso a la luz cenital.

Pero sin entretenernos más, miraremos más allá de esas columnas, donde pasamos de una habitación cerrada a una estancia al aire libre. Tenemos una especie de huerto o jardín, que quizás podría aludir al hortus conclusus, el jardín cerrado que representa la virginidad de María, o al jardín del Paraíso (locus amoenus). Aparecen también pavos reales (símbolo de eternidad) y azucenas (asimismo un elemento referido a la Virgen).
Pero tras este espacio, parece haber una balconada, con dos personajes que se asoman; es ahora cuando por fin hablaremos del paisaje.


Muchos han debatido acerca del paisaje que se representa en esta obra, afirmando que se podría tratar de ciudades como Brujas, Lieja, Utrecht, Lyon, Génova, Gante, Ginebra, e incluso la propia Autun. De hecho no es ninguna de ellas, y son todas a la vez; Jan Van Eyck realizaba a menudo expediciones que Felipe el Bueno (Felipe III de Borgoña, de la dinastía de los Valois) le encomendaba, ya que fue nombrado pintor de cámara y ayuda de cámara del duque, a quien permaneció vinculado durante toda su vida. De sus numerosos viajes fue tomando los elementos que más le atraían de cada ciudad, plasmándolo todo aquí, en este maravilloso paisaje. Sería una ciudad ideal construida a partir de edificios reales, pero de diferentes lugares. Podría ser (como algunos apuntan) una metáfora de la Nueva Jerusalén o de la Civitas Dei (ciudad de Dios).
El gran río que vemos al fondo sería el río de aguas vivas que sale del trono de Dios en los versos del Apocalipsis, y el puente que vemos podría hacer referencia al puente de Montereau, donde fue asesinado Juan Sin Miedo (Juan I de Borgoña), y donde se logró un acuerdo de paz, el llamado Tratado de Arrás, que el canciller Rolin logró entre Borgoña y Francia. 


Como conclusión, La Virgen del Canciller Rolin es una obra magnífica y exquisita en cuanto a la técnica que ya hemos comentado; a pesar de los avances sigue siendo una obra sobre tabla en lugar de utilizar el lienzo, puesto que en Venecia ya se estaba empezando a generalizar el uso de éste.

También es importante subrayar que la concepción del artista como artesano evitó que muchos de los pintores de esta época fueran conocidos, ya que la mayoría de ellos no firmaban sus obras, no obstante con Van Eyck esto empieza a cambiar, introduciendo su firma y fecha en la mayoría de las obras de su producción.





Fuentes consultadas:
- CARMONA MUELA, Juan: Iconografía cristiana: guía básica para estudiantes.
- GOMBRICH, E.H.: La Historia del Arte.
- PANOFSKY, Erwin: Los primitivos flamencos.
- REVILLA, Federico: Diccionario de iconografía y simbología.
- YARZA LUACES, Joaquín: Van Eyck. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario