Hola a
todos y todas.
Después
de un pequeño parón estoy por aquí de nuevo para traeros el análisis de la
iconografía de Cupido desde sus inicios, y para ello, tomaremos de referencia
una de las obras de Caravaggio que más me gusta.
“Amor vincit omnia” (El amor lo
vence todo), es el cuadro que nos ocupa. Fue pintado por el artista Caravaggio
hacia el 1601-2, en pleno Barroco, en Italia. Se encuentra actualmente en el Staatliche
Museen de Berlín. Mide 156 x 113 cm, y es un óleo sobre
lienzo.
Se pintó para Vincenzo
Giustiniani, miembro del círculo social del Cardenal del Monte.
La obra muestra a un Cupido desnudo,
representado como un niño que parece estar
resbalando desde el borde de una cama para caer sobre una serie de objetos que
pisotea sin ni siquiera mirarlos: la música, las armas, los libros... nada
resulta atractivo ante el poder del Amor. Realmente estos objetos son emblemas de todos los esfuerzos humanos - el violín y
el laúd, la armadura, la corona, la escuadra y el compás, la pluma y el
manuscrito, las hojas de laurel, y un mundo astral, enredado y pisoteado por
Cupido.
El muchacho escogido por
Caravaggio para posar como el Amor resulta un pilluelo de la calle, del que no
se oculta su condición; es una persona que podríamos reconocer fácilmente. Tal
vez el pintor quería dar a entender la presencia de este dios en cualquier
manifestación humana.
La pintura personifica
la línea de Virgilio en su obra “Bucólicas”: “Omnia vincit Amor et nos cedamus amori” ("El amor lo conquista todo, y también nosotros nos
rendimos al amor").
"Venus y Cupido". Rubens, 1650-1700.
Pero, ¿de dónde ha
podido tomar Caravaggio la iconografía de Cupido a la hora de realizar esta
obra?
Ciertamente Cupido es
dios del amor, que en época
tardía adquirió una personalidad subordinada a Afrodita. Sócrates dijo: “Eros fue concebido por Poros y Penia y por
esto Eros es compañero y escudero de Afrodita, por haber sido engendrado en la
fiesta de su nacimiento, y por ser por naturaleza un amante de lo bello, puesto
que también Afrodita es bella”. Algunas fuentes nos hablan de Cupido (Eros)
como hijo de Poros y Penia, mientras que otras fuentes afirman que es hijo de
Venus y Marte.
Si nos
remontamos a la Antigüedad, Safo de Lesbos a principios del siglo VI a.C.
empezó a hablar de Eros como de un dios “bajado
del cielo, vestido con clámide púrpura, hijo de Afrodita”, y lo definió
como “pequeña bestia dulce y amarga
contra la que no hay quien se defienda”, pues “es capaz de sacudir los sentidos como el viento en los montes se abate
sobre las encinas”.
Hesíodo,
en la Teogonía, también se refiere a Cupido, diciendo: “Eros es el más bello de
los dioses inmortales”.
"Cupido con una mariposa". William-Adolphe Bouguereau, 1888.
Sin
embargo, ¿qué iconografía pudo tener Cupido en la Antigüedad? Por ser una mera
personificación del amor, Eros (Cupido) carece de mitología propiamente dicha.
La
iconografía de esta deidad se inicia, tal como la conocemos, a mediados del
siglo VI a.C.: es la definición de Safo la que se impone por doquier: aparece
un joven alado, delicado y rubio, que acompaña a Afrodita, remonta el vuelo y
puede desdoblarse en varios Erotes, porque son diversas las manifestaciones del
amor.
Pero a
principios del siglo IV a.C. se complica la imagen, al plantearse la edad del
dios. Praxíteles (s. V a.C.) y Lisipo (s. IV a.C.) son de los primeros que
abordan las formas de la adolescencia, inspirados en la idea de que el dios es
el patrono del erotismo homosexual: de ahí que Praxíteles quiera expresar su
delicadeza andrógina, resaltada por Platón.
"Detalle Triunfo de Galatea". Rafael, 1510-1.
Al
llegar el Helenismo se reduce la edad del dios a un niño de 3 o 4 años, alegre,
juguetón, armado con arco y flechas, alado y predispuesto a ejercer su puntería
sobre los mortales más inadvertidos; es así como comienza las representaciones
del grupo de Erotes diminutos, incluso pierden sus alas para convertirse en
simples puttis.
Sus
atributos hasta este momento son los que encontramos habitualmente en las
representaciones de este dios: alas, que lo hacen imprevisible y volátil; arco
y flechas, símbolo del enamoramiento súbito. Aunque a veces también encontramos
una antorcha, que inflama los corazones; látigos o pinchos por el amor no
correspondido, etc.
En Roma
se recibió al dios griego como un mero atributo de Afrodita (s. V a.C.), y
dándole un nombre convencional: la palabra femenina cupido (‘deseo’, ‘pasión’) pasó a convertirse en un nombre propio
masculino, para designar al joven alado. Nunca alcanzó en Roma el nivel de un
dios independiente con culto propio, por lo que apenas se le dedicaron
imágenes, sin embargo, su papel poético fue insoslayable.
No
obstante, la representación de Cupido siguió dando que hablar, pues aunque no
era un dios aceptado por los moralistas paleocristianos, (ya que vieron en él
un ser negativo, símbolo de las bajas pasiones) su iconografía no desapareció:
los amorcillos siguieron revoloteando convertidos en elementos de decoración.
Desde
el Trecento se desarrolló en Italia una imagen más próxima a la tradición
romana, donde a un niño alado, a menudo con vendas en los ojos y corona de
rosas. Es interesante que Cupido aparezca con los ojos vendados. Según Pico
Della Mirandola (s. XV): “el amor es
ciego porque está por encima de la inteligencia”, es por eso que en muchas
representaciones aparece con los ojos vendados o bien cerrados, pero en la
“Genealogía de los dioses” Boccaccio (s. XIV) describe a este dios con los ojos
vendados, pero no ciego, y con pezuñas de grifo en vez de pies.
En
cambio, el Quattrocento unifica criterios: el Amor cantado por Petrarca (s.
XIV) y otros poetas del primer Renacimiento había de recuperarse en toda su
pureza las formas del antiguo Eros con sus variantes de edad. La iconografía
del Cupido adolescente y del Cupido niño se fue imponiendo a lo largo del siglo
XV.
En los
siglos siguientes, poco más pudo hacerse que abordar iconografía de la
Antigüedad, y nadie ignora que esta recuperación generalizada se ha mantenido
sin variaciones hasta hoy.
Pero la
imagen del Eros vencedor supera con mucho el éxito de un amor concreto: Cupido,
a través de su victoria, recupera en el Renacimiento un papel próximo al que le
había dado Hesíodo en la marcha del cosmos. De ahí que la idea de su triunfo se
imponga a través de los versos de Petrarca:
“Cuatro
caballos vi que iban llevando
sobre
un carro de fuego un mozo crudo
que
un arco y muchas flechas va mostrando,
que
atraviesan yelmo y fuerte escudo;
dos
alas de grandeza muy extraña
y
mil colores; lo demás, desnudo.
Llevaba
alrededor muy gran compaña
de
presos y de muertos de su mano,
con
otros que su flecha hiere y daña”
(Triunfo del Amor, I, 22-30)
Se
comprende que esta imagen inspirase a diversos artistas, y que su espíritu se
mantuviese en obras más sencillas, en las que sólo aparece el dios triunfante,
como en esta espléndida obra de Caravaggio.
Como
conclusión, Safo de Lesbos fue la primera en hablarnos de Cupido, pero a lo
largo de la Antigüedad son muchos los autores que abordan este tema, y a partir
del Medievo y sobre todo en el Renacimiento es cuando se asienta la imagen de
Cupido (Eros), llegando hasta nuestros días como una deidad fácilmente de
reconocer por todos, e incluso llegando a ser un argumento muy recurrido en
numerosas obras, tanto mitológicas como religiosas (representado por los putti).
Podemos
decir que la iconografía de Eros ha sido cambiante, pero siempre ha mantenido
su esencia, esencia que vemos en esta obra de Caravaggio: una deidad encarnada
por un cuerpo masculino, joven, alado, con flechas en su mano derecha. Aquí no
acompaña a Afrodita, no está subordinado a ella ni a nadie, porque es un Cupido
vencedor, victorioso, que nos muestra su éxito y pisotea todo lo que considera
que está por debajo de él, todo lo mundano, es por eso que los dioses
normalmente le dan un honor especial al amor y a la valentía que viene de él.
"Eros tensando el arco". Copia romana de Lisipo.
Espero
que os haya interesado. Nos leemos pronto.
Fuentes consultadas:
- ELVIRA BARBA, Miguel Ángel: “Arte y
mito. Manual de iconografía clásica”.
- REVILLA, Federico: “Diccionario de
iconografía y simbología”.
- H.G. Francisco: “Teoría del Arte”;
Universidad de Sevilla.
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